domingo, 15 de julio de 2018

Misandria --- En mi voz


Misandria

      fem. dícese del fastidio que  provoca en algunas mujeres
    cierto animal bípedo implume del género masculino
de la raza humana. ú.t.c.s.

     Desde tiempos inmemoriales hemos desandado penosos pasillos de bibliotecas cómplices, consultando tratados de conspicuos contenidos.
            ¿Por qué? podrían preguntarnos. Creemos que la mejor respuesta es que hemos decidido reconstruir, desde la literatura y con justicia, el idioma que amamos. Es este un plan tan extravagante y asombroso que vamos a necesitar de la contribución de cada escritora/or que desee aportar a posteriores ediciones y a otras ya desaparecidas.
            Quizás el vocablo que hemos elegido sea culpable de adjetivar  en exceso. Puede ser. Creemos que si hoy nos ocupa y preocupa es porque sugiere dos términos pertinentes a nuestra situación: en primer lugar cita a la familia de una trémula y afinada pajarilla entrerriana (........andria) y en segundo lugar a una melodía religiosa del África virgen (misa..........).
            Nada en su sonoridad pre-anuncia y de-nuncia la enorme crueldad que se ejerce sobre uno de los géneros más generosos de la raza humana. Es notorio analizar que este vocablo se puede utilizar como sustantivo ya que es un hecho que puede (debidamente) dar sustancia al sujeto.
            En la literatura subsistente, dominada por siglos de oscurantismo machista, el término “misandria” ha sido injustamente sepultado por la preocupación ilusoria de la pertinente Academia por incluir conceptos, a toda vista nubes de humo, con el pretérito concepto de sustentar la desaparición indefinida de nuestra identidad femenina.
            Una de las escuelas lingüistas que más ha investigado la conveniencia de incluir la voz misandria en el uso diario de la lengua, ha sido la liderada por la abajo firmante.      Si alguna/o de nuestras/os lectoras/es se siente inclinada/o a continuar en esta huella, le sugerimos integrarla a su objeto poético, a fin de abonar a un proceso y no ser copartícipe voluntario (ahora que ya lo sabe) de un pasado irrecuperable.
         Para quien se sienta escandalizada/o le recordamos que ya “Segismundo Froid“ hablaba de la envidia del clítoris que desvela al macho de la especie.  Deseamos contribuir a fundamentar este postulado científico (con el único fin de apostar al esclarecimiento del tema), que la envidia la genera (en el mismo espécimen) la posibilidad de la maternidad sólo por el género femenino, y que dicho ejemplar está demasiado atento a “ocuparse en destruir aquello que no se siente capaz de construir”.
            El primer y único proyecto en este sentido que nos ha llegado a través de la filosofía  fue propuesto por Platón,  sabio ermitaño, analfabeto y funcional, que en su dialéctico colérico lo definió ajustándose a su perspectiva, a fin de influir en la realidad, cuando se calificó a sí mismo como un  “animal bípedo implume”.  
            Hasta aquí una síntesis de nuestra postura, sustentada en principio, en una  traducción apócrifa del Journal Femenil de La Banda Roja.
                                                                                               

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