Misandria
fem.
dícese del fastidio que provoca en
algunas mujeres
cierto
animal bípedo implume del género masculino
de la raza
humana. ú.t.c.s.
Desde tiempos inmemoriales
hemos desandado penosos pasillos de bibliotecas cómplices, consultando tratados
de conspicuos contenidos.
¿Por qué? podrían
preguntarnos. Creemos que la mejor respuesta es que hemos decidido reconstruir,
desde la literatura y con justicia, el idioma que amamos. Es este
un plan tan extravagante y asombroso que vamos a necesitar de la contribución
de cada escritora/or que desee aportar a posteriores ediciones y a otras ya
desaparecidas.
Quizás el vocablo que
hemos elegido sea culpable de adjetivar
en exceso. Puede ser. Creemos que si hoy nos ocupa y preocupa es porque
sugiere dos términos pertinentes a nuestra situación: en primer lugar cita a la
familia de una trémula y afinada pajarilla entrerriana (........andria) y en
segundo lugar a una melodía religiosa del África virgen (misa..........).
Nada en su sonoridad
pre-anuncia y de-nuncia la enorme crueldad que se ejerce sobre uno de los
géneros más generosos de la raza humana. Es notorio analizar que este vocablo
se puede utilizar como sustantivo ya que es un hecho que puede (debidamente)
dar sustancia al sujeto.
En la literatura
subsistente, dominada por siglos de oscurantismo machista, el término
“misandria” ha sido injustamente sepultado por la preocupación ilusoria de la
pertinente Academia por incluir conceptos, a toda vista nubes de humo, con el
pretérito concepto de sustentar la desaparición indefinida de nuestra identidad
femenina.
Una de las escuelas
lingüistas que más ha investigado la conveniencia de incluir la voz misandria
en el uso diario de la lengua, ha sido la liderada por la abajo firmante. Si alguna/o de nuestras/os lectoras/es se
siente inclinada/o a continuar en esta huella, le sugerimos integrarla a su
objeto poético, a fin de abonar a un proceso y no ser copartícipe voluntario
(ahora que ya lo sabe) de un pasado irrecuperable.
Para quien se sienta
escandalizada/o le recordamos que ya “Segismundo Froid“ hablaba de la envidia
del clítoris que desvela al macho de la especie. Deseamos contribuir a fundamentar este
postulado científico (con el único fin de apostar al esclarecimiento del tema),
que la envidia la genera (en el mismo espécimen) la posibilidad de la
maternidad sólo por el género femenino, y que dicho ejemplar está demasiado
atento a “ocuparse en destruir aquello que no se siente capaz de construir”.
El primer y único
proyecto en este sentido que nos ha llegado a través de la filosofía fue propuesto por Platón, sabio ermitaño, analfabeto y funcional, que
en su dialéctico colérico lo definió ajustándose a su perspectiva, a fin de
influir en la realidad, cuando se calificó a sí mismo como un “animal bípedo implume”.
Hasta aquí una
síntesis de nuestra postura, sustentada en principio, en una traducción apócrifa del Journal Femenil de La
Banda Roja.
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