Viniendo de Quito,
a San Miguel de los
Bancos
se llega por el cementerio,
es como si los muertos
salieran a saludar a los viajeros
y con sus sonrisas
de dientes blancos
les contaran esas historias
que solo saben contar los muertos
a la hora del almuerzo,
volviendo de la Cascada del Amor,
de paso a Atacames
un viernes de feriado
por la noche bajo la bruma;
ellos, los muertos, saben
la historia olvidada de este pueblo;
tarde despiden
a los turistas con su sonrisa eterna,
con sus manos largas
y su parsimonia de años de olvidado;
sin embargo, nadie responde,
como si esos muertos no estuvieran,
como si los vivos
nunca fuéramos a estar muertos.
se llega por el cementerio,
es como si los muertos
salieran a saludar a los viajeros
y con sus sonrisas
de dientes blancos
les contaran esas historias
que solo saben contar los muertos
a la hora del almuerzo,
volviendo de la Cascada del Amor,
de paso a Atacames
un viernes de feriado
por la noche bajo la bruma;
ellos, los muertos, saben
la historia olvidada de este pueblo;
tarde despiden
a los turistas con su sonrisa eterna,
con sus manos largas
y su parsimonia de años de olvidado;
sin embargo, nadie responde,
como si esos muertos no estuvieran,
como si los vivos
nunca fuéramos a estar muertos.
De: Residencia en San
MIguel de los Bancos
Autor: Düay Zahir
EDA
Autor: Düay Zahir
EDA
Pacto — Ecuador
Muy bueno, muy bueno
ResponderBorrarGracias Ada Inés; Düay Zahir te manda un abrazo fraterno, desde Ecuador.
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